De nada sirve hablar de años de experiencia, si el conocimiento que la longevidad nos dio, no se encuentra materializado ni accesible por alguien o algo en el momento que se requiere.
La experiencia no cuenta sólo lo que hicimos y la forma en que lo hemos hecho, sino que predice un resultado sobre lo que haremos en un futuro.
Qué herramientas y recursos utilizaremos, qué tiempo nos insumirá, qué desafíos tendremos a lo largo del camino y cuál será en términos aproximados, el resultado final.
[Easter Egg: Abajo + Adelante + Piña Alta. Sub zero congela a su enemigo a lo largo de toda la saga de Mortal Kombat.]
Para acceder a ese conocimiento que nos brinda la experiencia, es imprescindible recordar, para poder analógicamente, seguir los mismos pasos correctos que realizamos anteriormente o evitar las infortunias según la ocasión.
Ahora, se nos plantean dos grandes preguntas:
1- Quién o qué lo recuerda?
2- Qué o de qué forma se recuerda?
La respuesta a la primera pregunta surge en una primera instancia de forma natural: la persona que vivió la experiencia.
Aquí se genera la información en bruto, de primera mano, sobre lo acontecido, la forma de proceder y los resultados obtenidos.
En un escenario cotidiano, quizás el conocimiento adquirido por cualquier individuo, en un ámbito personal o profesional, permanece en él.
Ésta persona será capaz a futuro, siempre y cuando recuerde y correctamente, adelantarse al resultado y optimizar su proceso durante la ejecución, de experiencias iguales o similares a la que tuvo.
Este conocimiento, dado de esta forma, resulta ser una bendición y maldición a la vez.
Esta persona puede resolver el problema, pero él es el único capaz de hacerlo.